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El Orgasmo Femenino

Cuando hablamos de placer sexual, ¿qué es lo que buscamos realmente? ¿La sensación agradable generada al satisfacer una necesidad? ¿Un mero alivio fisiológico? ¿Cubrir una carencia afectiva? ¿conseguir más y mejores orgasmos?

Ah, el orgasmo. La sociedad se ha encargado de sentarlo en el trono, en la cúspide de la pirámide del placer, y coronarlo como el rey supremo. Y debemos buscarlo como si fuera el Santo Grial del sexo.

Debo contarte algo: el orgasmo ha muerto.

En este artículo voy a destronar a la tiránica majestad del placer sexual, para mostrarte que existen otras fases que pueden ser iguales o más satisfactorias que el llamado clímax, que es tan solo un paso más dentro del, a veces largo a veces corto, barroco o minimalista, pero siempre delicioso camino del placer.

El orgasmo

Todo lo que se nos vende respecto al placer sexual está enfocado en conseguir un clímax.

Desmontando 5 mitos del orgasmo femenino

Hace poco, una conocida compañía de preservativos prometía, literalmente, fuegos artificiales a todas las mujeres en forma de orgasmo gracias a unos geles de placer. Sin entrar en la efectividad de los mismos, que puede ser más que cuestionable, los datos que manejan para venderlos son –tristemente– reales: existe una gran cantidad de mujeres que no tienen ni idea de lo que el clímax sexual significa o que lo alcanzan solo en un 30% de sus relaciones sexuales.

¿Por qué tantas mujeres no saben lo que es un orgasmo?

Hoy en día la sociedad mide todo en términos de economía de mercado: el balance positivo de las ventas es el éxito y todo lo demás un fracaso. Si nuestro saldo de orgasmos no está en superávit, no hemos triunfado en el mundo empresarial. ¡Perdón!, en nuestra vida sexual. Nos preocupamos tanto por el objetivo final que la presión por dicho “éxito” nos bloquea y no lo conseguimos, además de perder de vista el goce que conlleva llegar hasta él.

Teoría y técnica de la masturbación masculina. (No os quedaréis ciegos)

Yo me niego a ser tan reduccionista como para simplificar el placer sexual en unos pocos segundos de contracciones rítmicas musculares y genitales y un chute de endorfinas en nuestro cerebro. ¿Qué pasa con todo el placer, quizá no tan intenso, pero desde luego más prolongado, del camino que recorres hasta ello? El placer empieza con la expectación, cuando recibes un wasap subido de tono, que promete que, cuando llegues a casa, te van a dar lo tuyo… y lo de tu prima. El cacharrito nuevo que te has regalado y que te espera cargado, junto a tu lubricante favorito, en la mesilla de noche. La mirada de esa persona que te pone y con la que, por fin, vas a llegar a algo más que el flirteo en la oficina…

Disfruta, paladea, saboréalo. Esto no ha hecho más que empezar. El placer que genera la excitación viene de todos los sentidos: acariciar tus zonas erógenas, escuchar una canción, acercarnos a un cuello con unas gotas de ese perfume que te pone, ¡hasta cuando saboreamos un chocolate con dulce de leche! El problema es que estamos tan concentrados en el objetivo final, el orgasmo, que no nos damos cuenta de las elevadas cotas de placer que se alcanzan en el camino.

Y la magia de todo esto es que, mientras más retrasemos la llegada del final deteniéndonos en el placer que nos produce cada paso de ese camino, más probable será que lleguemos al orgasmo y, cuando lo hagamos, la satisfacción será aún mayor.

Muchos lo cuentan, pero nadie lo explica. Me atrevería a decir que, si cogemos todos los artículos en Internet sobre las fases del ciclo de respuesta sexual, podríamos construir una Biblioteca de Alejandría virtual sobre el tema. Pero ¿de qué te vale saber que existen esas fases? Voy a empezar por decirlo muy claro: para tener y proveer muchísimo más placer. ¿Te interesan ahora?

Voy a utilizar un símil para ejemplificar lo que quiero contar. Para sacar el mejor provecho de un coche es muy útil conocer cómo funciona y qué piezas tiene. Conozco hombres que, en cuanto escuchan el menor ruidito en su carrocería, saben perfectamente qué es lo que está mal y cómo arreglarlo. (¡Ojalá aplicaran esa misma pericia en sus parejas!). Con el placer es lo mismo, si conoces cómo funciona, si eres capaz de detectar que algo va mal o está muy frío, podrás trabajarlo con conocimiento de causa. El ciclo de la respuesta sexual consta de cinco fases:

—Deseo

—Excitación

—Meseta

—Orgasmo

—Resolución.

Si te sorprende es porque —volviendo a mi reivindicación inicial—, la sexualidad está continuamente centrada solo (¡únicamente!) en la cuarta fase, el orgasmo. ¿Te das cuenta del enorme potencial que encierran las tres primeras? De hecho, no es necesario completarlas todas para sentirnos satisfechos sexualmente. Ahora verás por qué.

1. DESEO: el poder de la mente

Algo dispara en nuestra mente un pensamiento erótico. Enciende la chispa que cambia la intención de todos y cada uno de los gestos de nuestros cuerpos. Se despereza nuestra imaginación y aparecen los primeros pensamientos sexualmente excitantes. Puede ser el sentir a tu pareja dormida junto a ti cuando te despiertas por la mañana. O un aroma que te hace volver la vista cuando te cruzas con un extraño por la calle. Una mirada cargada de segundas intenciones. A veces, hasta soltarías un ronroneo. El desconocido se aleja entre la multitud, y no vuelves a verlo nunca más, pero tus fantasías se han alimentado por un momento y el cerebro ha hecho su trabajo. No hace falta más.

La mirada cargada de intención que cruzaste con tu compañero de trabajo se convierte en una atracción mutua, que puede prolongarse durante meses antes de lograr algo.

Sí tu pareja, que duerme a tu lado, se gira y se da la vuelta, percatándose de tu humor y corresponde, comenzará la segunda fase.

2. EXCITACIÓN: nos ponemos serios

El placer comienza a extenderse más allá de las fantasías y pasa a encender otras zonas de tu cuerpo. Y este responde con cambios concretos que comunican con claridad, si sabes leerlos, que estás excitado: se acelera el ritmo cardíaco y la tensión arterial, los músculos se contraen, los pezones se erizan y los pechos se tornan más grandes, parecen estar más pesados. Puede haber un ligero rubor en las mejillas. En los hombres, una erección comienza a desperezarse, el escroto se contrae y los testículos ascienden un poco hacia el cuerpo, en las mujeres, el clítoris y los labios vaginales se hinchan y la vagina se lubrica. El cuerpo se prepara para el juego sexual, para la lucha. Se liberan feromonas que alimentan la necesidad de cercanía.

3. MESETA: prolongar la agonía

Nuestro cuerpo está ya perfectamente preparado para el sexo. Los síntomas iniciados con la excitación son más que evidentes. Si no sabes identificar la respiración acelerada, las pupilas dilatadas, los labios hinchados… solo me queda enviarte al oculista.

Llegamos a un nivel de placer intenso y sostenido y, para mantenerlo, se emplean a fondo las zonas más erógenas: quizá sexo anal, oral, vaginal o todo en una ecléctica mezcla. La tensión comienza a acumularse, el placer crece y aumenta, sostenido por unas poderosas compuertas. Y estas compuertas son capaces de acumular cantidades infinitas de placer.

Quizá pueda parecer que es imposible detener el camino cuando estás en esta fase, pero existen juegos que yo denomino “Catch and Release” (que podría traducirse como atrapar y soltar, como si de pesca deportiva se tratase), en los que se alimenta la excitación sin que haya una clausura. Trabaja el dominio sobre tus apetitos, cultiva la expectación, incluso niega el orgasmo, una y mil veces en juegos de edging hasta llegar al delirio. Prolongar la agonía es una maravillosa manera de alimentar el placer y puedes obviar por completo la siguiente fase, el orgasmo.

4. ORGASMO : la fusión con el Cosmos

Llegamos al pico de intensidad de placer sexual. Las compuertas que acumulaban el placer se abren y liberan la tensión sexual y muscular contenida en unos espasmos deliciosamente intensos. El cerebro nos inunda con hormonas relacionadas con la felicidad: endorfinas, dopamina, oxitocina. Es la petit mort, y por un momento, como dice la gran Valérie Tasso, nos fundimos con el Cosmos. Sublime, sí. Apoteósico, también. Pero ya hablaremos con detenimiento de ello, porque hoy no es el protagonista. Y, además, aunque te lo parezca, no hemos acabado.

5. RESOLUCIÓN: un poquito de aftercare, por favor

Existe un concepto en BDSM que me encantaría que todas las parejas, practiquen sexo convencional o no, adoptasen en sus relaciones: es el concepto de aftercare. En una traducción libre por mi parte, lo llamaría “cuidados posteriores”. Consiste en confortar física y psicológicamente a tu pareja después de una escena, donde pueden haber estado involucrados restricciones, azotes, intensidad física. El orgasmo, de manera aislada, también conlleva una intensidad física enorme y nuestro cuerpo necesita recuperarse: el ritmo cardíaco y la tensión arterial descienden antes de recuperar la normalidad, hay sudoración para enfriar el aumento de temperatura que generan las contracciones musculares, los genitales vuelven a su tamaño y experimentamos un agotamiento que necesita también unos cuidados. Y no tenemos por qué estar acompañados, como dijo Woody Allen, lo mejor de masturbarse son los cariñitos de después. Presta atención a tu cuerpo y al de tu pareja, disfruta de la languidez y la vuelta a la calma como cuando bebes una gran vaso de agua en un día de sol abrasador. No hay prisa en levantarse, limpiarse, ordenar los juguetes… respira y siente. Ya recogeréis después. También hay placer en el reposo de los guerreros.

El orgasmo ha muerto, ¡viva el orgasmo!

El placer sexual es siempre positivo y el impacto sobre tu salud es muy importante: dormirás mejor, tendrás menos estrés y tensiones, mejorará tu autoestima, tendrás un mejor estado físico y, en resumen, disfrutarás de una vida más feliz y longeva.

No seas reduccionista. No te quedes en el orgasmo. Ahora que las conoces, disfruta de todas y cada una de las fases que constelan el placer sexual. Aprende a conocer tus señales y las de tu pareja. No solo descubrirás que el placer encierra muchos matices más allá del orgasmo, sino que también mejorarás (¡mucho!) tus orgasmos.Guardar

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